Nota curiosa, pintoresca por decir lo menos. El nieto del otrora líder indiscutible del PCUS, la URSS, el comunismo internacional y prácticamente de la mitad de Europa, responsable de una cifra millonesca de muertos y de provocar -junto a sus pares norteamericanos- la Guerra Fría, Yevgeny Dzhugashvili salió a defender a su abuelo... y perdió.
El diario liberal
Novaya Gazeta publicó una nota en la que se mostraban documentos desclasificados que no eran otra cosa sino órdenes de ejecución firmadas por el mismo Iosif Vissarionovich Stalin. Estas pruebas reforzarían lo que ya todo el mundo sabe, que durante la era del terror stalinista (los últimos años de su gobierno) el hombre de hierro fue el responsable de alrededor de 20 millones de muertes entre sus adversarios políticos. Harto que hablen mal de su abuelo, Dzhugashvili solicitó una indemnización de US$299.000 como compensación. Qué poco, comparado a todo lo que hizo su granpa, hubiera pedido 20 millones.
Fuera de bromas, hay dos cosas importantes que resaltar. La primera es la manera cómo el gobierno ruso (que cada vez se parece a una mafia o a la KGB) intenta reconstruir un nacionalismo a partir de los pocos restos positivos que se pueden hallar en la historia de la URSS. Toda construcción del discurso nacionalista se basa en el pasado y en el futuro, más que en el presente, es quizá por ello que todo nacionalismo es una utopía y su defensa acérrima un fundamentalismo. Ya hemos visto que en este caso
los rusos actuales celebran con algarabía el Día de la Victoria, el colofón de su hazaña militar más grandiosa. No es coincidencia que el líder político detrás de ese triunfo sea precisamente Iósef Stalin, el personaje al que ahora se intenta reivindicar desde el mismo Kremlin.
El Novaya Gazeta ha publicado
numerosos artículos que demuestran que los textos escolares aprobados por el gobierno ruso son bastante amables con Stalin. Según el
corresponsal de la BBC en Moscú, el juicio de Dzhugashvilies el último episodio de una larga campaña por reincorporar a Stalin al panteón de los héroes rusos. Lamentablemente para sus intereses,
un juez rechazó la demanda. Sin embargo es interesante y preocupante a la vez cómo el totalitarismo y sus características básicas: el autoritarismo, la violencia y el terror, son sublimados por las sociedades con el paso del tiempo. Campañas políticas y reconstrucciones de discursos oficiales -los textos escolares son fundamentales en ello- aprovechan el apaciguamiento para rescatar del olvido o de la infamia hasta a los personajes más oscuros de la historia.
En segundo lugar, el sentido común encuentra una explicación lógica: existe una amnesia histórica en las nuevas generaciones que no comprenden el rol nefasto de algunos personajes y pueden llegar hasta a simpatizar con ellos. Sobre el tema, el historiador cubano Álvaro Alba afirma que
nunca se llevó a cabo una desestalinización efectiva y gracias a ello en la actualidad los jóvenes rusos ven una imagen positiva de Stalin. ¡Incluso el 13% de ellos votaría por él en una elección! El problema de este argumento no es que sea erróneo, sino que no únicamente se aplica a la realidad rusa, todo lo contrario, es moneda común en la mayoría de sociedades cuyo pasado reciente -y en el rol de las generaciones anteriores- está plagada de hechos de violencia, traumas colectivos y escándalos vergonzosos.
La amnesia histórica es la catarsis obvia a la que recurren las sociedades para purgar los fantasmas de su pasado. La terapia de shock la cumple el Estado y los gobiernos de turno al reconstruir una memoria histórica que aplasta la dignidad de millones de los que sobrevivieron a las épocas de terror, en beneficio de las "grandes mayorías". Pensemos más localmente, el Perú es un excelente país-ejemplo de esto, con el gobierno de Fujimori y el conflicto armado interno como dos ejemplos de procesos traumáticos que provocan
una tendencia al olvido o a la manipulación del discurso. O Italia,
donde la ultraderecha permite el resurgimiento de grupos neonazis, todo avalado por el nacionalismo.
Pese al esfuerzo de historiadores, periodistas, investigadores y académicos, sólo algunos hechos históricos muy precisos e importantes son dominados por las grandes mayorías. Muchas veces descontextualizados e inexactos, refuerzan la idea que la historia se repite y alimenta cierto fatalismo con respecto al devenir de las sociedades y las naciones. La erudición vacía y la reticencia por tratar temas contemporáneos fueron las trabas más importantes de la historia tradicional, pero ahora la sobreespecialización aleja al gran público del texto histórico. El buen periodismo de investigación es uno de los puentes más importantes entre la explicación del pasado y la sociedad. Las nuevas tecnologías de la información abren nuevas oportunidades y expectativas, aunque no sea la solución al problema. En todo caso es el camino a explorar para luchar contra una tendencia natural a la negación y a la imposición de verdades oficiales.
No vaya a ser que dentro de unos años encontremos que un día de octubre del 2009, Yevgeny Dzhugashvili ganó el juicio contra un malvado diario que atacaba injustificadamente al gran luchador por la paz mundial, ese giorgiano que firmaba decretos salvando la vida de millones de personas.