Fuera de la campaña de desprestigio y desinformación que de modo irresponsable dirigen algunos políticos y medios de comunicación, personalmente creo hay algunos puntos que deben ser debatidos por los grupos de trabajo o comisiones que se conformen.
1. ¿Qué recordar y qué no recordar? La memoria histórica, lo hemos mencionado antes, no es inmutable ni perpetua. Es una acción personal y social, y en muchos casos política. En la construcción de esa memoria vale de todo, recuerdos, deformaciones y olvidos. Analizar cada uno de ellos (por eso es necesario un equipo plural e interdisciplinario) brindará mayor legitimidad, solvencia y aprobación por parte de la ciudadanía.
2. Además de memoria, debe ser un espacio de historia. Muchas veces confundidas entre sí, la memoria y la historia son diferentes en su elaboración y funciones. Candau menciona:
No puede existir historia sin memorización y el historiador se basa, en general, en datos vinculados a la memoria. Sin embargo, la memoria no es la historia. Ambas son representaciones del pasado, pero la segunda tiene como objetivo la exactitud de la representación en tanto que lo único que pretende la primera es ser verosímil. Si la historia apunta a aclarar lo mejor posible el pasado, la memoria busca, más bien, instaurarlo, instauración inmanente al acto de memorización.
Creo que se debe elaborar (o re-elaborar) un discurso histórico que tenga el aval del Estado pero sin que pretenda ser totalizante u "oficial". Esto serviría para dejar sentada cuál es la posición más allá de los gobiernos y que pase a formar parte de las políticas de Estado, pues el anacronismo y los discursos mágico-maravillosos sobre lo que es el Perú o la sociedad peruana sigue muy presente en los discursos políticos. El Informe Final de la CVR tiene uns importante contextualización histórica y muchas herramientas para tales fines, pero son todas revisables y mejorables.
3. Debe ser un espacio vivo y dinámico, de creación y no de luto. Los años terribles vividos entre la violencia terrorista y la violencia estatal deben ser revisados, analizados, discutidos y purgados. Se deben promover debates, exposiciones, investigaciones, etc. no sólo entre la comunidad académica especializada, sino entre los ciudadanos en general. Debe ser un lugar donde el silencio sólo esté presente en el homenaje a las víctimas y en las salas de lectura, pero el resto debe ser un espacio vivo de comunicación e intercambio.
4.
Debe ser un espacio descentralizado y en movimiento. También mencioné antes que el museo debía ser descentralizado y con varias sedes. Si bien es una propuesta ambiciosa, se tiene que empezar con algo y es lógico empezar por la capital. La reconocida colega Cecilia Méndez me hizo saber que ya existen museos de la memoria, como el de Huamanga. Se podrían establecer coordinaciones -no estoy al tanto si ya se ha hecho- con los responsables de todos los museos y
espacios de la memoria en el Perú para realizar trabajos conjuntos.
5. No se debe pretender que lo recogido por el museo sea un relato totalizante. El museo o espacio es un reflejo del tiempo de su creación. Sus creadores deben establecer mecanismos para su constante actualización y transformación, siempre dentro del balance y consenso (no pretendamos asignarle objetividad o imparcialidad). Se debe asimismo tomar en cuenta los tiempos heterogéneos de la nación peruana en elaboración, romper con el discurso modernizante criollo del siglo XIX aun vigente y no ser complacientes con las imágenes hegemónicas.
6. Se debe ver a la ciudad y el campo como espacios de memoria en sí mismos. Casi no existen investigaciones sobre la memoria y los espacios. Las calles, los edificios, las casas, los ríos, los estadios, cuarteles y bases son espacios de memoria en sí mismos. Estos lugares fueron marcados por los hechos que ocurrieron y continúan teniendo significaciones para la gente de su entorno. Las grandes y pequeñas ciudades transformaron su arquitectura durante el conflicto, agregando barricadas, rejas, puestos de control, o acondicionando "cárceles del pueblo", centros de detención y tortura. La memoria necesita de lugares para poder tomar forma y consolidarse, el espacio (urbano o rural) es memoria en sí mismo. El museo debe ser un espacio que trascienda sus muros y se relacione con la ciudad, no debe ser un mausoleo, sino un centro de ideas y un punto de partida.
Como reflexión final quiero agregar que durante todo este proceso de creación del museo-espacio habrán voces críticas que hay que escuchar y evaluar, pero también habrán sabotajes, ataques y difamaciones. Y es comprensible que éstas vengan de los sectores que Mario Vargas Llosa ya tildó de asesinos o de encubridores de los mismos. La amnesia casi siempre es el refugio de los sinvergüenzas y los criminales, pero también es un mecanismo natural de evasión ante el horror. Los primeros se aprovechan del dolor de las víctimas para imponer sus agendas propias. Saber diferenciar y comprender es tarea de todos los comprometidos con una historia diferente.
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